Un líder popular, un estratega brillante, un patriota incansable
Cada 17 de junio, los argentinos y argentinas recordamos con orgullo y profundo respeto al General Martín Miguel de Güemes, figura emblemática de nuestra historia independentista, quien falleció en 1821. Esta fecha, consagrada como el Día del Paso a la Inmortalidad del General Güemes, nos invita no solo a rendirle homenaje, sino también a reflexionar sobre el valor de sus acciones, el legado de su lucha y el profundo sentido federal que supo imprimir en su liderazgo.
Nacido en la ciudad de Salta en 1785, Güemes pertenecía a una familia acomodada, pero eligió un destino muy diferente al que se esperaba de él. Desde joven, sintió el llamado de la causa patriótica y se formó militarmente para defender el territorio del dominio colonial. Participó activamente en las Invasiones Inglesas, y años después se convirtió en uno de los pilares fundamentales de la resistencia independentista en el norte del actual territorio argentino.
Lo que distinguió a Güemes de otros líderes de su tiempo fue su profunda conexión con el pueblo. Supo ganarse el respeto y el afecto de las comunidades gauchas y campesinas del noroeste argentino, a quienes no sólo les dió voz, sino también protagonismo en la defensa de la patria. Organizó y comandó una fuerza singular, conocida como los "Infernales", compuesta por hombres y mujeres de campo que, sin formación militar tradicional, ofrecieron una resistencia tenaz y efectiva frente a los ejércitos realistas que intentaban retomar el control del Alto Perú.
Durante seis años, gracias a la estrategia del combate de guerrillas y al conocimiento profundo del territorio, Güemes y sus milicias lograron impedir el avance realista hacia el sur, protegiendo así los movimientos del Ejército del Norte y resguardando la libertad ganada en las Provincias Unidas. Su rol fue determinante en el éxito de las campañas libertadoras del General San Martín, quien siempre reconoció en Güemes un aliado indispensable en la empresa emancipadora.
Pero su lucha no fue solo contra el enemigo externo. También tuvo que enfrentar las disputas internas, los intereses centralistas y la incomprensión de algunos sectores del poder porteño, que no lograban valorar la importancia de la defensa del interior profundo ni el carácter revolucionario de su liderazgo. Güemes no solo defendía una idea de nación libre, sino también una nación federal, diversa, y con justicia social.
En 1821, fue herido por una emboscada organizada por sectores realistas con complicidad de opositores locales. Aun con una grave herida de bala, resistió durante diez días en la intemperie del monte salteño, sin abandonar a sus tropas ni entregar sus ideales. Su muerte fue una pérdida enorme para la causa de la libertad, pero su legado lo convirtió en uno de los próceres más genuinos y populares de nuestra historia.
Hoy, al evocarlo, no lo hacemos sólo como una figura lejana de bronce o de estatua. Lo recordamos como el hombre que encarnó los valores de la entrega, la valentía, la humildad y el amor por su tierra. Como el líder que supo unir estrategia militar con justicia social, compromiso político con identidad cultural.
Revalorizar la figura de Güemes es también defender una mirada federal de nuestra historia y nuestro presente. Es entender que la independencia no fue obra de unos pocos, sino resultado del esfuerzo colectivo de muchas y muchos que, como él, eligieron la causa de un país soberano, inclusivo y digno.
En este 17 de junio, su legado sigue vivo en las montañas del norte, en la historia de nuestro pueblo y en cada rincón del país que lucha por la memoria, la justicia y la identidad nacional. Recordarlo es, también, comprometerse con esos ideales.